jueves, 7 de julio de 2016

Vasijas en nuestras manos

“Sin embargo, Señor, tu eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, tú eres el alfarero ¡Todos fuimos hechos por ti mismo!” ( Isaías 64.8)

Todos hemos sido hechos por Dios, por lo tanto Él ama su obra. Y por lo que nos ama y  es nuestro Padre, Él  nos sigue moldeando, así  como el alfarero le da forma al barro hasta formar una vasija para ser usada. Pero Dios quiere que nosotros al mismo tiempo seamos los alfareros de nuestros hijos, ellos son el barro que tomará la forma que nosotros les damos en el transcurso de sus vidas, desde su nacimiento hasta que llegan a la edad  de ser independientes.

Así como nuestro Padre nos corrige porque  no quiere que nos perdamos, de la misma manera los padres debemos estar atentos a la corrección de nuestros hijos. Tanto los amamos que deseamos que nada los haga sufrir y somos capaces de dar nuestras vidas por ellos, pero hay situaciones que se salen de nuestras manos, sobre todo cuando ellos ya han llegado a la mayoría de edad.

Nuestro Padre, en su gran sabiduría, nos enseña como nosotros debemos de aprender de Él a amarlos de la misma manera que Él hace con todos nosotros. “No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes por tus reprensiones; porque el Señor corrige a quien ama, como el padre corrige a su hijo favorito.” (Proverbios 3:11.12)

Todos los que lo amamos somos su hijos favoritos. Igual pasa con nosotros como padres, todos nuestros hijos deben ser favoritos, cada uno es especial y único, y los  amamos con igual intensidad a todos. En una familia hay diferentes personalidades y caracteres, y es ahí donde los padres deben moldear el carácter sin pretender cambiar la personalidad. Dios le dio a cada hijo características especiales que los hacen únicos para el propósito y misión en la vida,  pero a los padres nos ha dado la misión de amarlos, corregirlos  y enseñarles.

“Corrige a tu hijo y te hará vivir tranquilo, y te dará muchas satisfacciones.” (Proverbios 29:17) Disciplinar a un hijo no consiste en gritarle, golpearlo o humillarlo, sino hacerle entender que lo que hace no es correcto y que porque se ama se debe corregir imponiendo un castigo que lo haga reflexionar. Para tener hijos que se conduzcan con rectitud en la vida debemos tener autoridad y no permitir la desobediencia ni la manipulación. “Quien no corrige a su hijo no lo quiere; el que lo ama, lo corrige” (Proverbio 13:24)

En ciertas situaciones de rebeldía, es necesario recurrir a castigos corporales  sin causar daño físico ni causar trauma que afecte su alma, no hacerlo con rabia contenida para descargarla en el hijo. Unas cuantas nalgadas serán necesarias para hacerles entender que su actitud no es correcta. “Necedad es parte de las ideas juveniles, pero se quita cuando se corrige con golpes.” (Proverbios 22:15) Hay padres que sufren las consecuencias de su negligencia, piensan que permitiéndoles todo lo que a sus hijos se le les antoje están demostrando su amor incondicional, sin darse cuenta el gran daño que les ocasionan cuando se enfrentan solos a la realidad de la vida. “No dejes de corregir al joven, que unos cuantos azotes no lo matarán; por el contrario si lo corriges, lo libraras de la muerte.” (Proverbios 23:12.14)

Estamos viviendo en mundo permisivo donde a la juventud se le permite todo. Según los psicólogos, la  educación debe ser consentidora para no causar traumas en los niños. Se les da libertad desde muy pequeñitos a tomar sus propias decisiones, hasta sus preferencias sexuales. Pero la realidad es que esto está lejos de la voluntad y el mandato de Dios. Estamos siendo testigos del desenfreno que están  viviendo algunos jóvenes, con todo tipo de vicios y sin temor a Dios ni respeto a los padres y a la sociedad. Tristemente, los que llevan la mayor culpa son los padres, por no haber ejercido su autoridad. “A golpes y reprensiones el hijo aprende, pero el hijo consentido avergüenza a su madre.” (Proverbios 29:15)

Debemos hacerles ver a nuestros hijos que son preciosos para el Señor y para nosotros. No nos cansemos de decirles que los amamos. Abracémoslos, escuchémoslos y estemos atentos a cualquier cosa que no sea normal en su comportamiento. La adolescencia es una etapa muy difícil y tenemos que reafirmar su estima, hay mucha  inseguridad por la transición de niño a adulto. En etapa es cuando se define la personalidad, es por eso que debemos enfocarnos cien por ciento en ellos sin descuidar el infundirles sólidos valores  y el amor a Dios.

“La corona de los ancianos son sus nietos, el orgullo de los hijos son los padres.” (Proverbios 17:6)  Procuremos que nuestros hijos se sientan orgullosos de nosotros los padres al haber cumplido la maravillosa responsabilidad que Dios nos dio al ser forjadores de almas que le pertenecen a Él.

“Padres, no hagan enojar a sus hijos para que no se desanimen.” (Colosenses 3:22) Pidámosle al Señor sabiduría para saber cómo, cuándo y dónde los debemos corregir. Pero animémoslos en todo momento y procuremos que sus sueños, metas y propósitos los realicen con fe, paciencia y perseverancia.


¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”



Los hijos, vasijas en nuestras manos


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