jueves, 9 de febrero de 2017

Generación bendita


“Feliz el hombre que honra al Señor y se complace en sus mandatos. Los descendientes del hombre honrado serán bendecidos y tendrán poder en la tierra”. (Salmo 112:1.2)

El deseo más grande que un padre y una madre pueden tener, es que sus hijos sean felices y tengan éxito en todo lo que se propongan. De los padres depende que ellos obtengan la seguridad para desenvolverse en la vida y hacer lo correcto. Es en el hogar donde se forman los valores que los acompañarán siempre, por lo tanto hay que cuidar lo que se trasmite en los primeros años de sus vidas.

Dios nos encomendó a los padres la hermosa responsabilidad de amar, dirigir y proteger a nuestros hijos. Pero no siempre se cumple como quisiéramos, aprendemos hacer padres en el camino y muchas veces se cometen errores que más tarde se lamentan.

Dios es Dios de generaciones, en cada generación ha manifestado su amor. El plan de Dios para la humanidad es que cada generación busque de Él, y que cada quien cumpla su propósito por el cual fuimos creados. No poner a Dios en primer lugar en nuestras vidas tiene gravísimas consecuencias, nos ha mandado a honrarle y a obedecerle para que podamos gozar de su presencia en nuestras vidas y en nuestras familias.

Tristemente, desde que Dios creó a la humanidad ha existido la rebeldía a causa del pecado, y  la maldad siempre se ha manifestado. Pero Dios en su gran amor, todavía nos tiene paciencia y espera que en esta generación se levanten valientes que lo amen y estén dispuestos a honrarlo y obedecerle.

Los hijos son el mayor tesoro que se nos ha concedido, y debemos cuidarlos así como una leona cuida de sus cachorros. No debemos permitir que nadie les haga daño, debemos proteger sus corazones, y cuidar lo que reciben sus mentes.

“Los hijos que nos nacen son ricas bendición del Señor. Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero”. (Salmo 112:3.4)

Para que nuestros hijos sean bendecidos y siempre tengan la presencia de Dios en sus vidas, los padres debemos buscar su dirección en toda decisión y pedir sabiduría y discernimiento para guiarlos. Lo más importante es conducirlos al amor de Dios. Orar por ellos sin cesar, y siempre hablarles con palabras de amor. Corregirlos sin herir sus sentimientos, haciéndoles ver sus errores, pero no ofendiéndolos ni denigrándolos. Debemos darle nuestro ejemplo respetándonos como matrimonio, y ser coherentes con lo que les enseñamos.

 Debemos inculcarles el respeto hacia los demás sin importar la condición económica o social. Asegurarnos que lleguen a una relación personal con Jesús, que conozcan de su palabra y la pongan en práctica, de esta manera le estaremos asegurando una vida bendecida, y todo lo que emprendan será prosperado. Sobre todo tendrán la paz y el gozo que solamente nuestro Dios les puede dar.


¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”


 Con su sangre nos ha redimido para nuestro Dios





martes, 20 de septiembre de 2016

Dios es un Dios de orden

Dios es un Dios de orden. Estableció la familia  con un orden específico  para manifestar su amor. También estableció que de los hogares se formara la sociedad. Pero el diablo intervino y el ser humano se dejó convencer torciendo el plan de Dios. El plan sigue vigente para aquellos que buscan al Padre en espíritu y verdad  a través de su Hijo Jesús.

Pongámonos en  la brecha y  oremos. No permitamos que nuestros hogares sean destruidos por  huestes de maldad.


“Ellos le contestaron: Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu casa” (Hechos: 16.31)



Unidad familiar




miércoles, 7 de septiembre de 2016

Cualidades de una familia que agrada a Dios

Una familia que agrada a Dios conoce sus debilidades y trata de fortalecerlas. Cada miembro se acepta defectos y fortalezas, acepta y ama a los suyos tal cual son. El amor y el perdón son los fundamentos de la relación entre el matrimonio y los hijos.

“Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!" (San Mateo 7: 24.27)

En primer lugar, una familia que agrada a Dios debe poner a Jesús como el centro de su hogar. Inculcarles a los hijos el amor a Dios y enseñarles a honrarlo como a Él le agrada. Jesús  es la roca, si nuestro hogar está cimentado en la roca firme, nada ni nadie lo podrá destruir.

El padre y la madre deben cumplir sus roles tal como es la voluntad del Padre. El hombre debe ejercer su autoridad con amor y la madre guiar a los hijos en la sabiduría de Dios y en valores morales que son los que les permitirán desenvolverse en la vida.

La comunicación es el principal medio para una familia saludable. No deben existir secretos, se debe dar la confianza y libertad a los hijos para que ellos con naturalidad abran sus corazones y de esa manera poder aconsejarlos y hacerles ver si su actuar es bueno o malo, pero con mucha sabiduría para que ellos siempre estén dispuestos a abrir sus corazones.

“Honra a tu padre y a tu madre, tal  como el Señor tu Dios te lo ha ordenado, para que vivas una vida larga y te vaya bien en la tierra que te da el Señor tu Dios”. (Deuteronomio 5.6)

Honrar al padre y a la madre es un mandato del Señor, y es el único mandamiento con promesas. Pero no debemos amar y honrarlos por la promesa, sino por el amor que debemos tenerles sólo por el hecho de ser nuestros padres. Esto no sólo va dirigido a los niños y adolescentes, también a los que aún tienen a sus padres ancianos, se les debe dar un lugar muy especial. El Señor permite la oportunidad de que los amemos con ternura de la misma manera que ellos nos amaron cuando éramos niños.

El hogar debe caracterizarse por la paz y la armonía. Cuando se sale del trabajo, del colegio o universidad, se debe tener la ilusión de llegar al calor del hogar, donde cada quien pueda expresar sus logros o los obstáculos del día. Que cada miembro sienta que es acogido, escuchado y comprendido.

La familia unida en oración es poderosa, Jesús dijo que si dos o más se reúnen en su nombre para pedir cualquier cosa, Él lo concederá.

Oremos para que las familias se fortalezcan, en medio de este mundo que se ha levantado en contra de  lo que Dios estableció.

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se unirse a su esposa. Y los dos llegan a ser como una sola persona”. (Génesis 2:24)



¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”


Mi familia ha llegado... Reflexión


domingo, 7 de agosto de 2016

Una buena educación

“Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonará” (Proverbio 22.6)



jueves, 7 de julio de 2016

Vasijas en nuestras manos

“Sin embargo, Señor, tu eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, tú eres el alfarero ¡Todos fuimos hechos por ti mismo!” ( Isaías 64.8)

Todos hemos sido hechos por Dios, por lo tanto Él ama su obra. Y por lo que nos ama y  es nuestro Padre, Él  nos sigue moldeando, así  como el alfarero le da forma al barro hasta formar una vasija para ser usada. Pero Dios quiere que nosotros al mismo tiempo seamos los alfareros de nuestros hijos, ellos son el barro que tomará la forma que nosotros les damos en el transcurso de sus vidas, desde su nacimiento hasta que llegan a la edad  de ser independientes.

Así como nuestro Padre nos corrige porque  no quiere que nos perdamos, de la misma manera los padres debemos estar atentos a la corrección de nuestros hijos. Tanto los amamos que deseamos que nada los haga sufrir y somos capaces de dar nuestras vidas por ellos, pero hay situaciones que se salen de nuestras manos, sobre todo cuando ellos ya han llegado a la mayoría de edad.

Nuestro Padre, en su gran sabiduría, nos enseña como nosotros debemos de aprender de Él a amarlos de la misma manera que Él hace con todos nosotros. “No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes por tus reprensiones; porque el Señor corrige a quien ama, como el padre corrige a su hijo favorito.” (Proverbios 3:11.12)

Todos los que lo amamos somos su hijos favoritos. Igual pasa con nosotros como padres, todos nuestros hijos deben ser favoritos, cada uno es especial y único, y los  amamos con igual intensidad a todos. En una familia hay diferentes personalidades y caracteres, y es ahí donde los padres deben moldear el carácter sin pretender cambiar la personalidad. Dios le dio a cada hijo características especiales que los hacen únicos para el propósito y misión en la vida,  pero a los padres nos ha dado la misión de amarlos, corregirlos  y enseñarles.

“Corrige a tu hijo y te hará vivir tranquilo, y te dará muchas satisfacciones.” (Proverbios 29:17) Disciplinar a un hijo no consiste en gritarle, golpearlo o humillarlo, sino hacerle entender que lo que hace no es correcto y que porque se ama se debe corregir imponiendo un castigo que lo haga reflexionar. Para tener hijos que se conduzcan con rectitud en la vida debemos tener autoridad y no permitir la desobediencia ni la manipulación. “Quien no corrige a su hijo no lo quiere; el que lo ama, lo corrige” (Proverbio 13:24)

En ciertas situaciones de rebeldía, es necesario recurrir a castigos corporales  sin causar daño físico ni causar trauma que afecte su alma, no hacerlo con rabia contenida para descargarla en el hijo. Unas cuantas nalgadas serán necesarias para hacerles entender que su actitud no es correcta. “Necedad es parte de las ideas juveniles, pero se quita cuando se corrige con golpes.” (Proverbios 22:15) Hay padres que sufren las consecuencias de su negligencia, piensan que permitiéndoles todo lo que a sus hijos se le les antoje están demostrando su amor incondicional, sin darse cuenta el gran daño que les ocasionan cuando se enfrentan solos a la realidad de la vida. “No dejes de corregir al joven, que unos cuantos azotes no lo matarán; por el contrario si lo corriges, lo libraras de la muerte.” (Proverbios 23:12.14)

Estamos viviendo en mundo permisivo donde a la juventud se le permite todo. Según los psicólogos, la  educación debe ser consentidora para no causar traumas en los niños. Se les da libertad desde muy pequeñitos a tomar sus propias decisiones, hasta sus preferencias sexuales. Pero la realidad es que esto está lejos de la voluntad y el mandato de Dios. Estamos siendo testigos del desenfreno que están  viviendo algunos jóvenes, con todo tipo de vicios y sin temor a Dios ni respeto a los padres y a la sociedad. Tristemente, los que llevan la mayor culpa son los padres, por no haber ejercido su autoridad. “A golpes y reprensiones el hijo aprende, pero el hijo consentido avergüenza a su madre.” (Proverbios 29:15)

Debemos hacerles ver a nuestros hijos que son preciosos para el Señor y para nosotros. No nos cansemos de decirles que los amamos. Abracémoslos, escuchémoslos y estemos atentos a cualquier cosa que no sea normal en su comportamiento. La adolescencia es una etapa muy difícil y tenemos que reafirmar su estima, hay mucha  inseguridad por la transición de niño a adulto. En etapa es cuando se define la personalidad, es por eso que debemos enfocarnos cien por ciento en ellos sin descuidar el infundirles sólidos valores  y el amor a Dios.

“La corona de los ancianos son sus nietos, el orgullo de los hijos son los padres.” (Proverbios 17:6)  Procuremos que nuestros hijos se sientan orgullosos de nosotros los padres al haber cumplido la maravillosa responsabilidad que Dios nos dio al ser forjadores de almas que le pertenecen a Él.

“Padres, no hagan enojar a sus hijos para que no se desanimen.” (Colosenses 3:22) Pidámosle al Señor sabiduría para saber cómo, cuándo y dónde los debemos corregir. Pero animémoslos en todo momento y procuremos que sus sueños, metas y propósitos los realicen con fe, paciencia y perseverancia.


¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”



Los hijos, vasijas en nuestras manos


viernes, 24 de junio de 2016

Un hogar Bendecido

“Tú, Señor eres Dios, y tus palabras son verdaderas, y has prometido a tu siervo tanta bondad, dígnate, pues, bendecir la dinastía de tu siervo  para que permanezca siempre bajo tu protección. Tú, Señor Dios, lo has prometido, y con tu bendición la dinastía de tu siervo será bendita para siempre” (2 Samuel 7:28.29)

Jesús nos dice en Juan 14:13.14, que todo lo que pidamos en su nombre, Él lo hará. Nuestra petición diaria debe ser la bendición para nuestro hogar en todos los aspectos. David  le pidió a Dios que bendijera su familia, pues era una promesa dada por Él. Igual nosotros tenemos promesas de bendición para nuestras familias.

“Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo el Señor, lo afirmo” (Jeremías 29:11)

Todo lo que Nuestro Padre desea para nosotros es para nuestro bien, en Él está nuestra esperanza en medio de este mundo turbulento, falto de valores y amor. El hogar es un maravilloso regalo que Dios nos concedió, es donde nos sentimos seguros y libres para manifestar nuestro amor hacia los nuestros y recibirlo. Debemos tener una relación genuina con Jesús para que podamos ir con toda confianza y pedirle que sea Él quien nos guíe y nos muestre la dirección correcta adonde dirigir a nuestra familia, y tomar las decisiones acertadas en relación a nuestro matrimonio, nuestros hijos y nuestras finanzas.

Procuremos ser como el hombre prudente que nos habla Jesús en Mateo 7:24 “Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca”. Jesús es la roca firme, si estamos cimentados en El y obedecemos sus mandatos, nada ni nadie podrá destruir nuestro hogar.

Debemos someternos a Dios para que su gloria permanezca en nuestro hogar. “Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios! Así sea”. (Romanos 11:36)  Nuestra familia es un regalo precioso de Dios, debemos cuidarla, protegerla y guiarla hacia Dios. Todo lo que tenemos viene de Él y le pertenecen a Él, por lo que nos pedirá cuenta de lo que hemos sembrado. Hemos sido llamados a ser portadores de amor, paz y fe y los frutos se manifiestan en el día a día de nuestros hogares.

En un hogar donde el centro es Jesús, existe el perdón, la armonía y la alegría. Y aunque lleguen circunstancias adversas, la familia está fuerte y segura. Pero donde no hay lugar para Él por causa de los afanes o la indiferencia, se manifiesta el rencor, los pleitos y la tristeza. Es una familia frágil que se puede desmoronar ante cualquier circunstancia difícil que tengan que enfrentar. “Y una familia dividida no puede mantenerse” (Marcos 3:25)

“No te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa” (Salmo 91:10)

Pongamos a nuestro Señor como el centro de nuestro hogar y tendremos su bendición y nos guardará del mal. Nuestros hijos y su descendencia serán benditos, y estaremos cumpliendo con el propósito de Dios para fortalecer a la familia, en una sociedad que cada día quiere ir en contra de lo que Dios estableció.



Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”



Dios bendice a mi familia, Samuel Hernández




viernes, 10 de junio de 2016

La madre que ora

“Tú fuiste quien formó  todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre.” (Salmo 139:13)

Dios formó a nuestros hijos en nuestros vientres, cuidó de cada detalle en su formación. Mientras nuestros hijos se desarrollaban maravillosamente dentro de nosotras, ÉL los amaba con ternura y nos dio a nosotras de su amor para que con esa misma ternura nosotros amáramos y cuidáramos de ellos.

El amor más sublime que existe después de Dios, es el de la madre. Fuimos creadas con todas las características para brindar a nuestros hijos los cuidados, la comprensión, seguridad y la formación de valores. Y  somos las madres a las que nos corresponde llevarlos al conocimiento de nuestro Dios.

Somos privilegiadas al haber sido escogidas para traer a nuestros hijos a este mundo. El padre tiene su función importantísima en trasmitir la seguridad y la autoridad que nuestros hijos necesitan para que puedan crecer sanos. Pero cuando el padre está ausente, la madre trata  de llenar ese vacío. Si Dios está presente, Él brinda la sabiduría y la fuerza para educar y amar a los hijos con valores que les dan seguridad y firmeza.

Cuando en nuestra vida hemos puesto a Jesús como nuestro Señor, podemos vivir confiadamente, pues nuestros hijos están bajo su protección y su amor. Pero es necesario que nosotros nos mantengamos firmes en la fe y que podamos ser ejemplo como verdaderas hijas de Dios.

Debemos cuidar que en nuestro hogar reine la armonía, la paz, la alegría. Darles la  acogida que necesitan para que no tengan que salir huyendo a causa de un ambiente hostil. También debemos brindarles un hogar limpio y agradable donde se puedan desarrollar saludablemente.

Es natural que nos preocupemos por nuestros hijos, pues estamos en este mundo, y lo que el mundo ofrece no es nada bueno. Cuando están a nuestro lado los sentimos seguros, pero desde muy pequeños empiezan a ir a la escuela, y empezamos a preocuparnos. No queremos que nadie les haga daño y tampoco que se sientan desprotegidos. Pero la ley de la vida es que ellos deben vivir su propia vida, y como madres debemos dejar que la personalidad se vaya forjando en medio de tropiezos, luchas y sinsabores. Pero para eso estamos las madres, para estar cuando nos necesitan.

Dios nos ha capacitado con dones, y uno de ellos es la capacidad de conocer y entender a cada hijo. No todos son iguales, dentro de una familia de varios hijos, todos son diferentes pero cada uno único y especial. Y para Dios cada uno es precioso.

Día a día nos enfrentamos a las mentiras del mundo y  de Satanás.  Nuestros hijos están siendo bombardeados constantemente para llevarlos a experimentar toda clase de vicios, y esto es a través de la música, la televisión, el internet, los amigos, los colegios y universidades. A Dios se ha sacado de todos los centros educativos. A lo bueno se le llama malo y a lo malo, bueno. Está generación está siendo atacada como nunca, y tristemente cada vez la maldad irá aumentando.

Jesús cuando oró  por los discípulos le dijo al Padre: “No te pido que lo saques del mundo, sino que los protejas del mal.” (Juan 17:15)  Él sabía la maldad que le que le esperaba a este mundo.

Dios es fiel y  cuida de sus hijos. Pero tenemos que venir a ÉL con un corazón contrito y humillado, reconociendo nuestros pecados. Y  con la fe que es el escudo que nos ha dado, atajar todas las flechas encendidas que el diablo envía a nuestros hijos. Debemos hablarles del amor de Dios, pero también de las artimañas del enemigo para que sepan cómo enfrentarlo.

Se nos manda a orar sin cesar, y de esta manera debemos orar por nuestros hijos. Darle gracias a Dios por haber sido bendecidas y pedirle su protección y dirección en sus vidas. El amor y la fe tocan el corazón de Dios. Y por el amor que profesamos por ellos debemos perseverar en la oración por nuestros hijos. La oración tiene poder, oremos cubriendo todas sus necesidades, pero también oremos con la autoridad que nos ha sido dada en el nombre de Jesús, para derribar todas las fortalezas del diablo.

Oremos primero que todo por su salvación.  Sus necesidades, la salud, por el colegio o la universidad donde van asistir, por sus amigos y aun por la novia o novio que serán sus futuros cónyuges. Permitamos que Dios tome el control total de nuestros hijos y de esta manera podremos vivir en absoluta paz.

“No se aflijan por nada, sino preséntenlo todo a Dios en oración, pídanle y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre  puede entender: y esta paz cuidará  sus corazones  y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo” (Filipenses 4:6.7)
                                                                                                                       

¡Bendiciones!


Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”



Aleluya (instrumental)