Una
familia que agrada a Dios conoce sus debilidades y trata de fortalecerlas. Cada
miembro se acepta defectos y fortalezas, acepta y ama a los suyos tal cual son.
El amor y el perdón son los fundamentos de la relación entre el matrimonio y
los hijos.
“Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como
un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia,
crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía
su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un
tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos,
soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!" (San Mateo
7: 24.27)
En
primer lugar, una familia que agrada a Dios debe poner a Jesús como el centro
de su hogar. Inculcarles a los hijos el amor a Dios y enseñarles a honrarlo
como a Él le agrada. Jesús es la roca,
si nuestro hogar está cimentado en la roca firme, nada ni nadie lo podrá
destruir.
El
padre y la madre deben cumplir sus roles tal como es la voluntad del Padre. El
hombre debe ejercer su autoridad con amor y la madre guiar a los hijos en la
sabiduría de Dios y en valores morales que son los que les permitirán
desenvolverse en la vida.
La
comunicación es el principal medio para una familia saludable. No deben existir
secretos, se debe dar la confianza y libertad a los hijos para que ellos con
naturalidad abran sus corazones y de esa manera poder aconsejarlos y hacerles
ver si su actuar es bueno o malo, pero con mucha sabiduría para que ellos
siempre estén dispuestos a abrir sus corazones.
“Honra a tu padre y a tu madre, tal como el Señor tu Dios te lo ha ordenado, para
que vivas una vida larga y te vaya bien en la tierra que te da el Señor tu
Dios”. (Deuteronomio 5.6)
Honrar
al padre y a la madre es un mandato del Señor, y es el único mandamiento con
promesas. Pero no debemos amar y honrarlos por la promesa, sino por el amor que
debemos tenerles sólo por el hecho de ser nuestros padres. Esto no sólo va
dirigido a los niños y adolescentes, también a los que aún tienen a sus padres
ancianos, se les debe dar un lugar muy especial. El Señor permite la
oportunidad de que los amemos con ternura de la misma manera que ellos nos
amaron cuando éramos niños.
El
hogar debe caracterizarse por la paz y la armonía. Cuando se sale del trabajo,
del colegio o universidad, se debe tener la ilusión de llegar al calor del hogar, donde cada quien pueda expresar sus logros o los
obstáculos del día. Que cada miembro sienta que es acogido, escuchado y
comprendido.
La
familia unida en oración es poderosa, Jesús dijo que si dos o más se reúnen en
su nombre para pedir cualquier cosa, Él lo concederá.
Oremos
para que las familias se fortalezcan, en medio de este mundo que se ha
levantado en contra de lo que Dios
estableció.
“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se
unirse a su esposa. Y los dos llegan a ser como una sola persona”. (Génesis
2:24)
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”
Mi familia ha llegado... Reflexión
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