“Feliz el hombre que honra al Señor y se complace en sus
mandatos. Los descendientes del hombre honrado serán bendecidos y tendrán poder
en la tierra”. (Salmo 112:1.2)
El
deseo más grande que un padre y una madre pueden tener, es que sus hijos sean
felices y tengan éxito en todo lo que se propongan. De los padres depende que
ellos obtengan la seguridad para desenvolverse en la vida y hacer lo correcto.
Es en el hogar donde se forman los valores que los acompañarán siempre, por lo
tanto hay que cuidar lo que se trasmite en los primeros años de sus vidas.
Dios
nos encomendó a los padres la hermosa responsabilidad de amar, dirigir y
proteger a nuestros hijos. Pero no siempre se cumple como quisiéramos,
aprendemos hacer padres en el camino y muchas veces se cometen errores que más
tarde se lamentan.
Dios
es Dios de generaciones, en cada generación ha manifestado su amor. El plan de
Dios para la humanidad es que cada generación busque de Él, y que cada quien
cumpla su propósito por el cual fuimos creados. No poner a Dios en primer lugar
en nuestras vidas tiene gravísimas consecuencias, nos ha mandado a honrarle y a
obedecerle para que podamos gozar de su presencia en nuestras vidas y en
nuestras familias.
Tristemente,
desde que Dios creó a la humanidad ha existido la rebeldía a causa del pecado,
y la maldad siempre se ha manifestado.
Pero Dios en su gran amor, todavía nos tiene paciencia y espera que en esta
generación se levanten valientes que lo amen y estén dispuestos a honrarlo y
obedecerle.
Los
hijos son el mayor tesoro que se nos ha concedido, y debemos cuidarlos así como
una leona cuida de sus cachorros. No debemos permitir que nadie les haga daño, debemos proteger sus corazones, y cuidar lo
que reciben sus mentes.
“Los hijos que nos nacen son ricas bendición del Señor.
Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un
guerrero”. (Salmo 112:3.4)
Para
que nuestros hijos sean bendecidos y siempre tengan la presencia de Dios en sus
vidas, los padres debemos buscar su dirección en toda decisión y pedir
sabiduría y discernimiento para guiarlos. Lo más importante es conducirlos al
amor de Dios. Orar por ellos sin cesar, y siempre hablarles con palabras de
amor. Corregirlos sin herir sus sentimientos, haciéndoles ver sus errores, pero
no ofendiéndolos ni denigrándolos. Debemos darle nuestro ejemplo respetándonos
como matrimonio, y ser coherentes con lo que les enseñamos.
Debemos inculcarles el respeto hacia los demás
sin importar la condición económica o social. Asegurarnos que lleguen a una
relación personal con Jesús, que conozcan de su palabra y la pongan en
práctica, de esta manera le estaremos asegurando una vida bendecida, y todo lo
que emprendan será prosperado. Sobre todo tendrán la paz y el gozo que
solamente nuestro Dios les puede dar.
¡Bendiciones!
Nota: Versículos tomados de La Biblia versión “Dios habla hoy”
Con su sangre nos ha redimido para nuestro Dios